Entrevista a Ricardo Muñoz Fajardo en "El periodista digital", de Antonio Florido
http://blogs.periodistadigital.com/elacento.php
-
Ricardo, usted
comenzó escribiendo ensayos sobre arquitectura modernista en España y luego dio
el salto a la pura narrativa, ¿qué sucedió para motivar este cambio?
Las
primeras novelas las tenía ya escritas, pero tuve una desilusión tremenda con
una de ellas, “Las Siete Vidas” una obra que yo considero fundamental en mi
currículo, en la que hubo cuatro editoriales interesadas en publicármela,
incluso llegué a tener el contrato para firmar en la mano, y aparté durante
unos años la faceta de escritor de mi vida.
Empecé a
investigar sobre el modernismo, y publiqué el primer libro que escribí sobre el
tema, y el segundo y el tercero, y así hasta nueve.
Un día,
Carmen, mi mujer, me animó a volver escribir ficción, aunque sólo fuera para
ella, y volví a hacerlo. Las primeras novelas empezaron a serme publicadas, y
ahora he conseguido llegar hasta las diecinueve, de las cuales se me han
editado 9, tengo dos más comprometidas para el año que viene y otras dos en
negociaciones.
-
En su magnífica
novela El solsticio de invierno
plantea un panorama desolador de la España de 1973, ¿qué respondería a quienes
le tachan de ser demasiado pesimista?
Una
dictadura es muy triste, ya sea de un signo u otro, porque al final, sus
extremos se acaban tocando. Franco, en 1973, todavía tenido un establecido un
régimen basado en el fascismo de los años veinte y treinta, y era un sistema
excluyente de todos los demás.
Yo, de
todas formas, no creo que sea una novela que dibuje un panorama pesimista,
porque la relación entre el policía joven y el viejo se deja entrever que los
tiempos van a cambiar, que el franquismo era una obsolescencia que ni los
Estados Unidos ya estaban dispuestos a tolerar.
-
Su estilo ha
alcanzado una madurez admirable en esta obra.
Yo no
era consciente de que tenía un estilo propio hasta que me lo han hecho ver los
demás. Mis novelas suelen tener unos protagonistas muy diferidos, pero es
cierto que sus repartos son corales, con personajes que entran y salen de la
narración con una naturalidad que creo que es muy espontánea. Esta parte de mi
escritura es, pienso yo, una clara influencia de “La guerra del fin del mundo”,
uno de los mejores libros que haya leído jamás, pero también de mi formación
universitaria, la historia, que hacen que el tiempo que trascurre sea otro de
los personajes importantes de mi narrativa, al menos en parte, o no siempre, y
como las ideas las tengo dentro de mí y suelo documentarme muy bien, las
palabras brotan fluidas, sobre todo cuando los personajes adquieren vida propia
dentro de mi imaginación.
-
¿Qué hay de
usted en el protagonista del libro?
¿Quién
es el protagonista del libro? Los policías malos de la Brigada Político-Social,
o los dos inspectores de la Jefatura de Madrid, o la huelga, o el FRAP, o ETA,
o Salvador Puig Antich, que sólo aparecen en una pequeña parte de la novela.
Decía un
escritor, no recuerdo cuál, que decía que todas las novelas tienen algo de
autobiográficas, y sí, yo soy el niño que ve a su padre de baja en casa
mientras transcurre la huelga, el que pregunta al policía de gris cómo se llega
hasta Ópera, pero no, no creo que tenga lo suficiente de mí ninguno de los
personajes que aparecen en la novela
-
¿Cree que los
autores jóvenes ya no se preocupan por lo que defiende su generación y que lo
que publican es a la literatura lo que los chistes de Lepe al humor?
Lo
importante es que la gente lea, aunque los temas sean tan redundantes. A mí me
gusta un libro, o una película, que te haga pensar, que sea una obra literaria
en sí, pero también me gusta mucho a ciencia ficción o el género de aventuras.
Sí que
es cierto que ahora han surgido libros demasiado intrascendentes, porque la
generación que hemos criado nosotros iba a vivir mejor con nosotros, y que iban
a ser los hombres y mujeres que iban a consumir ocio y espectáculo, pero esta
absurda crisis está volviendo a reavivar conciencias y, sorprendentemente, que
la gente que te rodea vuelva a luchar por los derechos adquiridos por nuestra
generación durante la Transición.
Pero,
ojo, que entretenerte por entretenerte, no está ni mucho menos mal.
-
¿Cree que los autores oficialmente consagrados que acaparan el
panorama son un tapón para las nuevas generaciones y que su único mérito
artístico es seguir vivos a pesar de tener el colesterol y las transaminasas en
unos niveles clínicamente inverosímiles?
No, rotundamente no. El éxito es cuestión
de suerte, porque estoy seguro que hay escritores de muchísima calidad que se
merecerían vivir de sus libros, pero también hay muchos que se tildan de tales
que sólo emborronan folios, que reconocen con orgullo en público que ni tan
siquiera dominan las técnicas de escritura ni la correcta ortografía.
También es cierto que hay escritores
encumbrados que sólo escriben verdaderos petardos, que libros que han ganado
premios son verdaderamente infumables, pero en líneas generales, muchos de los
escritores de la cima se lo tienen merecido, aunque sea cierto que lleven mucho
tiempo sin redactar un libro realmente bueno.
- ¿Qué opina de los que osen
criticar la hondura de sus obras, tachándolas de triviales o superficiales?
Las críticas
certeras hay que asumirlas. No comparto que se diga que una novela histórica, o
negra, no vayan a pasar a los anales de la literatura.
Pero es que
además, lo siento, yo puedo escribir una novela histórica, negra, de ciencia
ficción, pero nunca serán triviales. Quién no quiera ver en El solsticio de
invierno que es una novela-crítica sobre una época, es que no está viendo lo
que yo he escrito. Quién no distinga en “El discurrir por la ciudad fantasma” el
ácido sabor que nos produce a los europeos la sociedad americana, tampoco me
está leyendo. Quién no vislumbre en “El rastro de los cimarrones” un alegato
sobre el fracaso de la revolución liberal en la América hispana, que no de la
independencia de las colonias, pues un tanto de lo mismo. Quien no vea en “La
Plaza de la Cebada”, “Tragicomedia en cuatro actos” o en “Un amigo desaparecido
en la guerra de España” –que tratan el trienio liberal, la I y II República,
respectivamente-, el desencanto del fracaso de la progresía en los gobiernos de
España tanto por desavenencias entre las diferentes facciones de las fuerzas
liberales o revolucionarias, es que no está sabiendo leer entre líneas.
-
La crítica se dedica a ensalzar y dorar la píldora a aquellos
escritores con patentes de corso, a los puramente comerciales, y se “olvidan”
de los escritores que verdaderamente aman la literatura, ¿qué opina sobre esto?
Tampoco estoy de acuerdo al 100% en esto.
Los críticos de literatura, a diferencia de los de cine, no ven todo lo que
sale, porque sería materialmente imposible, y aunque es bien cierto que algunos
parecen sentir un cierto desprecio sobre los libros que sacan editoriales
pequeñas y medianas, su labor es imposible, no puede leerse todos los libros
que se publican en España a lo largo de todo el año.
Pero no nos olvidemos que los organismos
oficiales hacen un tanto de lo mismo. Cuando se concede un Premio Nacional de
Narrativa, ¿cuántos libros se han dejado de leer que tal vez lo hubiesen
merecido ese año?
-
¿Cuál es su siguiente proyecto?
Referido
a la editorial que dirijo, Libros Mablaz, es intentar estar en la feria del
libro de Madrid del año que viene, el 2015, ya que tenemos cubierto todo el plan
de publicación del mismo. Después, delegaré parte de mis funciones en mi hijo
Rodrigo, que me ha salido también lector y escritor.
Referido
a mí faceta como escritor, además de mi luchando para conseguir que “El
Solsticio de invierno”, “El rastro de los cimarrones” y “El discurrir por la
ciudad fantasma” puedan ser llevadas al cine, negocio que mis novelas inéditas
sean publicadas, acabo de terminar “Modernismo ausente y olvidado de Madrid y
provincia”, un libro sobre el modernismo madrileño que verá la luz en Enero,
retocar un libro sobre Frank Gehry, el arquitecto del Guggenheim Bilbao, que
saldrá en mayo, estoy con el lanzamiento de “La plaza de la Cebada”, la segunda
aventura de Rodrigo Pizarro, y estoy escribiendo “La tropa caníbal”, una
historia sobre la esclavitud en África en el siglo XVI, después empezaré con la
segunda entrega de las investigaciones policiacas de mis polis de Detroit en
“la última batalla ganada”, y más tarde,
también la segunda presencia del inspector Manuel Moreno en un libro, “El único
caso del subinspector Niño”, centrado en los hechos de la matanza de Atocha.
Después,
otras 10-15 ideas más, pergeñadas pero aún no investigadas ni documentadas.
-
El
solsticio de invierno es una obra muy atrevida al abordar el tabú de la etapa
postrera del franquismo. ¿No teme la reacción de ciertos sectores sociales?
De lo que tenía miedo es que al libro se
le tildara como un apólogo del franquismo, cuando es justo todo lo contrario.
Por eso, al principio indico que la opinión de los personajes en el libro es de
ellos, nunca del autor.
El franquismo, ¿cuándo conseguirá
enterrarlo este país de una maldita vez? Fue una parte nefasta de nuestra
historia, que jamás tenía que haber ocurrido, démonos cuenta de una vez de eso.
- ¿Cómo consigue crear esas atmósferas tan
atrayentes y a veces tan asfixiantes?
Porque no actúo con ningún tipo de
recato. Una manifestación, el peligro de muerte, el crimen, la presión, no
tienen que aparecer dulcificada, tal como nos muestran en algunas películas.
Mis novelas intentan mostrar la realidad, pero no sólo vista desde un punto de
vista, el más convencional, sino desde los personajes que lo disfrutan o lo
sufren.
- ¿Considera que ya ha
escrito su obra maestra?
No sé si seré capaz de tal gesto, porque
las obras maestras sólo las escriben los genios.
Sí
que creo que he escrito muy buenos libros. El primero de ellos, “Las Siete
Vidas”, y de los publicados, “El rastro de los cimarrones”, “El solsticio de
invierno”, y alguno más a los que tengo un cariño especial. También me gusta
mucho como me quedó “La República”, el primer libro de ciencia ficción que
escribí, “Arquitectura efímera” o “Tragicomedia en cuatro actos”, los tres
inéditos, sin desmerecer a ningún otro.