El derecho al aborto
He querido titular así estas líneas que estoy escribiendo, porque considero que el aborto es un derecho. Yo, que me considero progresista en casi todo, aunque no sea un bolchevique, tengo mis dudas en dónde está el límite, pero es evidente que yo no soy mujer y nunca me sentiré como una fémina encinta, por lo que acataré casi todo lo que se legisle.
Y digo casi porque jamás estaré de acuerdo con el borrador presentado por el ministro de justicia de turno, Alberto Ruiz Gallardón, porque es absurdo, dictado por los sectores más conservadores del país, a los que él pertenece,
Los supuestos aprobados en el año 1985 para someterse al aborto, permitían de facto el aborto libre, por ese supuesto de trastorno psíquico de la madre, y el penúltimo gobierno, lo reguló para que se convirtiera en una ley de plazos.
Y ahora, el ínclito ministro, se olvida de poner ese supuesto, quita el de malformación del feto y nos dice que la malformación del feto no es un argumento de peso para someterse a un aborto.
Sobre Ruiz Gallardón, los que vivimos en la autonomía madrileño, tendríamos mucho que hablar. Primero fue presidente de la comunidad que nos fue otorgada, en vez de considerarnos un distrito federal, algo que hicieron América y Méjico con sus capitales en sus Estados Unidos, y luego alcalde de Madrid durante un periodo de tiempo similar en años. Sí, sacó mayorías absolutas, y los que no les votábamos, y los que también lo hacían, tuvimos que apechugar con su orgullo, sus maneras de faraón y sus despropósitos.
Fuera de Madrid se decía que era un hombre de centro, y nunca lo fue. Ruiz Gallardón era un despilfarrador, un conservador a ultranza que se lavaba la cara oficiando bodas gays y enfrentándose a Esperanza Aguirre, tan ultramontana como él.
Dos años de ministro y todo el mundo ha visto ya su verdadera cara. Lo primero, cobrar por los servicios que hasta su llegada eran gratuitos, indultos inconcebibles a bastardos defendidos por el bufete de su hijo, la intervención constante en los dictados de la fiscalía, y ahora esto.
Una malformación ha de excluirse de los supuestos abortivos, dice él, no importa que las familias que tengan un hijo de esas características no pueden hacerse cargo de él, sobre todo por los dineros que cuestan, y también porque tengan que hipotecar su vida a una persona que nunca será tal, por mucho que a él le cueste entender esto.
Es evidente. Si él tiene un hijo con esas terribles deficiencias, no le importa, porque no lo cría él, lo hacen las personas cuyo servicio pagaría. Tampoco le afecta que la ley de dependencia se haya diluido como un azucarillo, porque él tiene mucho dinero, el obtenido SIEMPRE por su actividad política, el sueldo que le pagamos todos con nuestros impuestos, porque que yo sepa, Ruiz Gallardón nunca ha tenido una actividad empresarial propia, esa que le haría ganar dinero por su propio desempeño, y no por la designación a dedo del aparato de un partido.
Los políticos no piensan en grande, en los que les votamos, porque sólo pretenden de la ciudadanía que le otorguen su voto cada tantos años, que ellos confunden con democracia, que en su acepción real significa libertad, algo de lo que venimos careciendo desde hace tanto tiempo; no saben del verdadero concepto de la política, que significa el servicio a los demás, porque están en sus puestos para sentirse importantes, lucrarse con ella y enchufar a sus amiguetes.
Y el ministro de justicia no es una excepción. Cree que lo que él piensa es lo que opinan todos, aunque se demuestre que no es así, porque los ciudadanos le votaron y con eso basta, que la libertad es eso, y que luego le dejen hacer y deshacer a su antojo.
Una vez, alguien dijo que a los políticos no le gustaban los votantes, pero que los necesitan para encaramarse en el poder y seguir cobrando sus generosos sueldos y dietas, y que por eso nos soportan.
El aborto es un derecho, que no nos engañen, y aunque yo no tenga claro sus límites, sí que lo tiene la mujer violada, o la que puede morir en un parto, o la que tiene un hijo con malformaciones en su seno, o quien no está preparada para tener un hijo porque no se ha acostado con quien ha querido para tener un bebé, si no por el simple placer de hacerlo, que a nadie un buen polvo le disgusta.
Insisto: el aborto es un derecho, que no nos engañen.
Ricardo Muñoz Fajardo
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