Los propios dioses
-publicación semanal sobre
la actualidad, 1-
Las
interpretaciones sobre las deidades existentes en este nuestro mundo son
diferentes… aunque no tanto. Todas tienen en común la loa hacia un ser que
nadie puede ver, que dejó una serie de escritos que hablan de él y sus
buenaventuras, dejadas por el dios en cuestión o algunos de sus profetas o
seguidores, que pueden ser dilucidadas hasta la saciedad.
Unas son monoteístas, otras no, y casi todas ellas
buscan una explicación de la profusa acción de la Naturaleza, que nos deja el
verano y el invierno, la floración y la caída de la más evidente señal de vida,
el sosiego y desazón de la vida y a lo que conduce cada nacimiento, la muerte.
Pero lo mismo que nos regala un somero calabobos, nos
invade con lluvias torrenciales y devastadoras, una feliz mañana de paseo por
sus logros, que un terremoto y la desgracia.
¿Cómo entender esto? La ciencia existe desde hace
poco tiempo, y el discernimiento de la realidad necesita de una explicación, ya
fuera hace miles de años o ahora, en este mismo momento. Antes, la explicación
más lógica de lo ilógico era la creencia en que había un dios, o varios, que se
enfurecía contra la humanidad irredenta, cruel, violenta e impía.
Pero las religiones, que son las
interpretaciones de los propios dioses, siguen manteniendo su vigor. Pienso que
eso puede ser debido a que los docmas, al menos en parte, tienen una importante
ideológica. Los arios, cuando llegan a la India, se encuentran que son un
pequeño grupo de blancos en un país habitado, mucho, por gentes de raza negra,
y crean la sociedad de castas y una religión, el hinduismo. El judaísmo
distingue entre malos y buenos. El cristianismo, desde que es asimilado como
religión oficial por el imperio romano, deja de ser perseguido para convertirse
en perseguidor, y se hace la religión de los poderosos, bajo la doctrina de que
Dios dijo que fuéramos hermanos pero no iguales. El mundo árabe era uno de los
más desarrollados del planeta, y ahora está viviendo su propia Edad Media.
La ciencia es un peligro, y por eso
se la ataca, porque es el nuevo dios. No me refiero a la tecnología, sino al
saber, porque el mejor amparo de las religiones es la ignorancia, para que la
masa siga creyéndose que la Naturaleza desenfrenada es cosa de los dioses.
La cuestión es si, para todos los
cultos, los dioses son justos o injustos, y la pregunta a responder es por qué
no se manifiesta delante de todos, para explicarse, y que nos diga si ser un
clasista o un racista es parte de su doctrina y si basta para salvarse asistir
a actos de caridad, confesarse en el último hálito de la vida, o si es verdad
que quiere que no comamos carne unos determinados viernes al año, o que nunca
podamos alimentarnos de cerdos, o que le recemos cinco veces al día, o que no
podamos mentir, porque yo he sido mentido, he visto como ha rezado la mala
gente, que dos enemigos de milenios no comen cerdo pero se matan todos los
días, quien no come carne esos viernes y practican la gula todo el resto del
año, y no creo que ellos se merezcan la supuesta salvación más que quien no lo
hace.
¿A estos dioses les importa que las
personas se amen, independientemente de su sexo? ¿Les incumbe que una pareja
termine una relación rota? ¿Les molesta que una mujer aborte en, al menos, los casos
imprescindibles que la razón dicta? ¿Nos han pedido que no les representemos en
imágenes o que lo hagamos hasta la extenuación? ¿Quieren que les sea llevada
comida a sus ídolos? ¿Por qué llaman a la guerra santa y, sin son reales,
porque no se manifiestan a todos simplemente?
Es muy difícil discernir entre
tantas deidades, porque todas son injustas. Acaso se debería creer en el hombre
y mujer como tales, aunque el transcurro de los años muchas veces te desaliente
ese ánimo.
Ricardo
Muñoz Fajardo, 10-08-13
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