Patria, de Fernando Aramburu, se ha convertido en el libro del año 2017 y, supongo, que de una parte del 2018. Voy a empezar diciendo que es un libro que se merece todos los premios que ha recibido -el de Narrativa, el Francisco Umbral al Libro del Año y el de la Crítica- y trata el tema de ETA y su sorprendente raigambre en Euskadi durante muchos años, hasta que la mayoría de los vascos se hartó de ellos y ocurrió el detonante vil del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Una situación, la terrorífica historia de la organización terrorista que nos marcó parte de la transición, primero, y luego las décadas siguientes a los que ahora ya tenemos más del medio siglo.
La novela parte del momento en que ETA decide abandonar la lucha armada y una mujer, cuyo marido ha sido asesinado por los terroristas por no querer pagar el impuesto revolucionario, decide volver a su pueblo, donde nació y vivió siempre hasta que, como si ella fuera la culpable de que mataran a su esposo, tuvo que abandonarlo por el acoso vecinal ante quién consideraban el malo de la película por las injurias del mundo radical que circundaba a la banda armada.
El libro trata todo ese entorno y la vida de las personas, muchas de ellas intimidadas por el poder mafioso que ETA llegó a tener. Señalaban a alguien, decían cosas muchas veces inventadas sobre él, llenaban todo de pintadas o carteles, se le marcaba y todo el mundo le hacía el vacío por convencimiento o por miedo.
En contraposición a la dura vida que tuvo que vivir la viuda y familia del asesinado, está la vertiente de su antigua mejor amiga, que la deja de lado porque se cree los rumores sobre la víctima del terrorismo etarra y porque su hijo decide ingresar en ETA. Él también hace una visión introspectiva de su vida desde la cárcel, madurando si hizo bien o se equivocó cuando decidió matar en nombre de la supuesta libertad el País Vasco, Euskadi o Euskal Herria, que las tres acepciones valen.
Tal vez, el mayor problema del libro es que trate diferentes tiempos sin avisar, de repente se puede estar leyendo algo sobre el tiempo actual como del pasado reciente o más remoto. Algunas personas me han comentado que les ha costado seguir este hilo argumental del libro.
También me hubiese gustado que el escritor no separara términos por barras. X personaje puede sentir/percibir/ver -así escrito, este es un ejemplo no real pero que podría haber aparecido de esta forma en el libro-. Tampoco me gusta la tendencia que se da ahora a empezar tantas frases con Y...
Aunque, como he dicho, me parece un buen libro, que para mí tiene un mérito más, tratar sin miramientos ciertas actitudes de las fuerzas de seguridad del estado, que viven una guerra y no se recatan en demostrarlo cuando pueden.
Un último apunte. Tal vez debería haberse incluido un glosario de términos que se dan como conocidos por todos los lectores. Txakurra -perro en euskera- es un policía o guardia civil, los zipaios o cipayos -proveniente del nombre de los soldados indios al servicio de Inglaterra-, los ertzaintzas, los taldes son los comandos, la muga es la frontera, etc. etc.